El justo, infalible e imperceptible devenir de las cosas, ese que el taoísmo antiguo llama Wu-Wei, el mismo que Deprak Chopra llama leyes de la existencia, situación a la que quizá los ortodoxos fundamentalistas llamen castigo divino y a la cual los caribeños en legitimo uso de nuestro inalienable derecho al usufructo del folclor nos referimos en forma de refrán como: a todo puerco gordo le llega su san Martin. En fin, la vida misma, llámese como se le quiera llamar, nos enseña con cada aliento lo frágiles y transitorios que somos. Ya lo decía Miguel ángel Osorio (Porfirio barba Jacob):

La vida nos escribe constantemente una dulce y pedagógica melodía con cada hoja seca que levanta el viento, con cada lágrima del ofendido, con cada desvelo del angustiado, con cada suplica del agraviado, pero la tiranía de la prepotencia hace tanto ruido y desafina tanto que no nos deja escucharla.